Entrenar la mente de un deportista es tan importante como entrenar su técnica. De poco servirán horas de entrenamiento, disciplina y sacrificio si el deportista no desarrolla su gestión emocional. Aprender a gestionar sus emociones es vital para lograr mantener la concentración y alcanzar la excelencia.

El trabajo del coach aquí se basa en generar confianza al deportista, modificarle creencias que le limitan y ayudarle a tomar consciencia de sus emociones.

Para generar confianza buscamos qué aspectos de su juego y de su personalidad le hacen auténtico, diferente.

Creencias del tipo “no me lo merezco, no puedo conseguirlo, siempre fallo en los momentos decisivos, por qué yo, qué va a pasar después…” generan emociones que inciden directamente en el juego. Es importante que el jugador se descubra cómo se percibe a sí mismo, como se siente antes, durante y después de competir.

Hay que escuchar la emoción, identificarla y luego trabajar sobre ella.

También se trabaja en qué posición o etapa se encuentra hoy y hasta dónde quisiera llegar.

Se puede lograr trabajando con un equipo interdisciplinario especializado cada uno en su gestión, es decir, entrenadores técnicos, preparadores físicos y coach (o entrenadora mental) y que está enfocado a maximizar el rendimiento del deportista y alcanzar poco a poco las metas que él mismo va definiendo y marcando.